Podcast 10: La candelaria
Indudablemente existe en el ser humano una incesante búsqueda de luz, así como múltiples maneras de acceder a ella.
Los cristianos celebramos hace escasos días, el pasado 2 de febrero, el día de la Candelaria, festividad que nos recuerda la presentación del niño Jesús por su madre en el templo.
Cuenta la tradición judía que a los cuarenta días de dar a luz a un nuevo ser, la madre, como símbolo de purificación, había de presentarse en el templo, portando con ella una tórtola, un cordero o un simple pichón, según su condición social. En este día de la Candelaria cerramos el ciclo de la Navidad acompañados del resplandor de las velas que simbolizan la LUZ DEL MUNDO.
Es así como despedimos al petirrojo navideño que alza su vuelo, como los colores gélidos se disipan con el comienzo del deshielo, como el olor del duro invierno se torna cálido y dulce y una luz cada vez más intensa y duradera nos recuerda, a horas vespertinas, el tímido comienzo de la primavera.
Esta tradición de las candelas fue introducida en Occidente por el papa Gelasio I en el s.V, quién suprimió la fiesta pagana romana de las Lupercalias, para sustituirlas por el culto a la Virgen María. Con la intención de mezclar ambas tradiciones, entregaba a cada peregrino que iba a Roma una crêpe, cuya base es el trigo, símbolo del renacimiento, y cuya forma redonda recuerda al sol que comienza a ser testigo del nuevo equinoccio primaveral. De este modo, el excedente de trigo era eliminado para el inicio de la nueva cosecha y las almas que allí acudían, a la luz de las candelas, eran alimentadas.
De igual modo, en las tierras celtas existía previamente a su cristianización, unos ritos, paganos que rendían culto a la diosa Brigit, diosa de la nueva luz, el arte, la sanación, el conocimiento y el fuego, cuya virtud era atraer los primeros rayos solares hacia la primavera y que en nuestra tradición cristiana se conoce como Santa Brígida.
Queda así patente la inercia natural y sempiterna del espíritu humano en la búsqueda de la luz y su fuerte conexión con la naturaleza que nos fue concedida.
Quisiera compartir con vosotros un mensaje repleto de sabiduría que una amiga del alma, de esas que alumbran tu vida, me regaló: “los girasoles siempre buscan el sol”. Pues a eso os invito en el día de hoy, a que seamos girasoles que siempre persiguen la luz, SU LUZ.
